Camila Garzón - Antonio Nariño
Después de varias pérdidas y una cuarentena que agudizó los duelos me encontré con el bordado, con la enseñanza de este y con un proyecto precioso que me fue devolviendo las ganas de seguir. Tenía algunas ideas del bordado desde mi época del colegio, pero fue en el desarrollo y materialización del proyecto que lo hice parte de mi vida y empezó a tomar sentido, fui la afortunada mujer que lo recibió de una sabia que hacía arte con sus manos, que lo recibió tras varias generaciones y que ahora lo reivindica como el saber y el arte que caracteriza a mujeres fuertes y talentosas.
Empecé a bordar en la cuarentena, fueron meses dolorosos en los que mi catarsis fue plasmar con las manos muchas telas e hilos, empecé a dar amor en forma de bordado, incluso a mi misma, empecé a sanar y fue mi propia terapia, fue tanta la motivación que empecé a trabajar y generar ingresos bordando camisetas. Ahora puedo decir que, gracias a la cuarentena que me hizo muy infeliz, que agudizó mis problemas de ansiedad y depresión, logré descubrir un gran talento que a su vez me inspiró un gran amor por mis manos y por lo que hacen, algo que me ha abierto puertas y me ha conectado con un montón de personas maravillosas. Sanar, compartir, crear, enseñar y aprender por medio del bordado fue lo que me dejó la cuarentena.
Ahora puedo decir que soy bordadora feminista y me siento muy orgullosa de ello.