Los días se volvieron más largos. La estabilidad tambaleó y se dio un fuerte golpe contra el suelo. La tranquilidad se fue volando, dejando vagas promesas de retorno. Lentamente, un abismo de desesperación y tristeza se abría y hundía toda esperanza.
Ante un panorama de abandono estatal, la empatía comunitaria se convirtió en el último reducto de bienestar para aquellos que sufrieron en carne propia las consecuencias. El fortalecimiento de las redes de ayuda fue una fuente de ayuda para la reconstrucción del tejido social que la indiferencia destruyó.