Ricardo Avendaño - Teusaquillo
<Ganador>
Relato de una cuarentena
Desperté muy de temprano, como era de costumbre para ir a Chía y llegar temprano a mi trabajo, me duché y me vestí rápido, desayuné trancado para aguantar la dura jornada en Andrés. Salí corriendo para tomar el B11 hasta el Portal Norte, ese hp bus hasta las tetas y no había manera de evitar el sopor, el bochorno me adormecía. Tan pronto salí del rojo pasé el torniquete y me monté en la flota, en tanto pude me acomodé en una de las sillas reclinadas que da a la ventana y de ahí hasta el Terminal me pegué un motoso para huirle al frío de la Sabana. No falta el voceador que pega el grito estrepitosamente y aturdido, tratando de ubicarme geo-espacialmente me reincorporé y bajé para correr hacia la empresa. Llegué con el tiempo justo para vestir el overol y timbrar mi llegada, por el camino me encontraba a los compañeros, una rampa de ladrillo adornada con árboles a lado y lado, lámparas en forma de corazón, cada una con un signo zodiacal. Al llegar al taller, mi jefe y el paisa ya andaban organizando su puesto de trabajo y luego llegó la guapa y Yiya, parecía un día prometedor, yo andaba con buen tiempo pintando tazas de consomé, tras una vaca una bandera. Jairito llegó con el termo de la aguadepanela y Javier con el del tinto, chismeamos como era usual y ahí nos botaron la noticia de una reunión a última hora, nos suspendían el contrato porque debíamos cumplir una cuarentena… Así fue, a eso de las 4pm nos citó el jefe de los jefes y pasó lo que tenía que pasar, qué tragedia, pero sobre todo qué angustia, muchos nos fuimos con la idea de una cuarentena de unos días pero no… nos despedimos afectuosamente con mi equipo de pintura y timbramos para salir. Caminé hacia el Terminal teniendo una sensación extraña y vacía, la incertidumbre me invadía. Tomé el 170 Portal Norte y tras el cansancio de la jornada, caí noqueado del sueño. Entré en una atmósfera densa, evanescente, una noche vacía, oscura, sin salida, mi cuerpo desnudo anduvo vagando entre sombras, huía de unas vacas rojas, torpes y huecas, atravesé un sendero donde encontré pilas de cajas y por un momento me vi encerrado en una de ellas, me costó salir de allí, fue una paridera, mi cuerpo pesaba demasiado y las aristas de la caja eran grandes muros casi imposibles de escalar, pero por dentro, me sentía vacío, como una caja de esas pero cuando se llena cuesta trastearla. Aruñé el aire y me hice a gatas, después de varios intentos fallidos salí de allí. Alrededor todo empezó a humedecerse, la lluvia inundó todo el caos que había por dentro y por fuera, la muerte, aquella enemiga inseparable se me presentó en su atuendo elegante, se tornó dorada, se volvió luz y se despojó en un rayo frente a mí, y vi cómo se replicó a kilómetros, sucesivamente sin apiadarse de las vidas que adormecía. Una especie de escudo diáfano sello mi nariz y boca. Me volví otro, aparentemente inútil, frágil, empecé a sentir un calorcito en el pecho, un hormigueo que no paraba, y en una especie de tiempo suspendido empecé a dibujar hombres inspirados por Venus, torsos y perfiles, imágenes confusas que me embelesaban, me perdían y me volvía a encontrar. De mi pecho brotó un dolor inmenso que atravesó mis entrañas y el hormigueo que me invadía en la madrugada,mutó en un ave pequeña de vuelo intenso, un colibrí iridiscente, de plumaje mestizo que me rodeó y me hizo vibrar en amor; dulce y embebido por su cortejo, vi cómo levantó sus dos colas y se dirigió al Otún. La estela que dejó su vuelo me entristeció… Un lápiz que tenía conmigo me permitieron dibujar un arcoíris y aunque solo y en terreno baldío, la luz del nuevo día hizo que germinase una vegetación en el terreno que me circundaba. Avanzando en el tiempo entré por pórticos de madera, ventanas, marcos, espejos y portarretratos de colores singulares y formas diversas. Por un momento ya no me sentía solo, la Guapa estuvo siempre ahí, aunque por momentos no la pudiera ver, ella me recordó que la Luna también estaba desde el principio, incluso uno suele verla también cuando Sua reina en todo su esplendor, y sus luces alumbran mis pies.
Y aquí ansío despertar del sueño de la flota, aún enmascarado por ese escudo que selló mi boca, hablando sin poder ver mis labios ni los de los demás y abrazando la idea de continuar.